Las ventanas son uno de los puntos débiles de nuestras viviendas en cuanto a capacidad de aislamiento se refiere, ya que presentan un punto de contacto con el exterior por el que perdemos frío en verano y calor en invierno.
De ahí que avances como el que hoy os traemos resulten de lo más interesante de cara a lograr cristales y ventanales que son capaces de reducir estas pérdidas y al mismo tiempo permiten mejorar las opciones de iluminación en casa.
Una "ventana líquida" inspirada en los calamares
![Pnas 2210351120fig01445](https://i.blogs.es/742e4e/pnas.2210351120fig01445/450_1000.webp)
Tradicionalmente las ventanas inteligentes integran algún sistema de control electrónico que mediante el paso de una corriente activa o desactiva un material interior variando la opacidad del cristal.
La propuesta de estos investigadores de la Universidad de Toronto va un paso más allá y divide el interior de los cristales en celdas interconectadas imitando las células de algunos animales como los calamares, que pueden distribuir y mover diferentes pigmentos entre ellas.
![Pnas 2210351120fig0144889](https://i.blogs.es/b493f9/pnas.2210351120fig0144889/450_1000.webp)
La idea es que estos cristales inteligentes incluyen varios tipos de materiales o pigmentos líquidos con diferentes propiedades a la hora de dejar pasar las longitudes de onda de la luz solar y que pueden moverse de una celda a otra.
Así, por ejemplo, hay materiales que dejan pasar toda la luz, otros que bloquean parte del espectro visible y otros que dejan pasar solo los rayos infrarrojos. Combinando todos es posible variar la opacidad de las ventanas de distintas formas en función de qué material o pigmento enviemos a cada celda.
Según los investigadores en los casos en los que se utilice el sistema para controlar la cantidad de luz y la cantidad de calor que dejamos pasar es posible lograr ahorros energéticos de hasta el 50%.
Por el momento se trata de una tecnología que está en desarrollo, pero la idea de tener este tipo de ventanas en casa suena de lo más prometedor.
Más información | Universidad de Toronto