Recuperar el blanco de tus paredes como casi recién pintadas es fácil: cuestión de seguir estos pasos

Las paredes blancas duran si se mantienen, pero si ya no lucen como antes, puedes restaurarlas con unos sencillos pasos

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Antonio Vallejo

Editor

Las paredes blancas tienen un encanto especial: aportan luminosidad, amplitud y frescura a cualquier estancia. Sin embargo, mantener ese aspecto impecable no siempre resulta sencillo. Las huellas, el polvo acumulado y las pequeñas manchas del día a día van opacando poco a poco esa pureza inicial que tanto nos gustaba.

La buena noticia es que no necesitas repintar para recuperar el blanco original. Con unos sencillos pasos y productos que seguramente ya tienes en casa, puedes devolver a tus paredes ese aspecto radiante que tenían cuando las pintaste por primera vez.

Primer paso: elimina el polvo acumulado

pared blanca Imagen: Lotus Design (Unsplash)

Antes de aplicar cualquier producto de limpieza, es fundamental retirar todo el polvo y la suciedad superficial, así que asegúrate de retirar toda la acumulación de polvo y suciedad que pueda quedar en tus paredes utilizando un plumero o un paño de microfibra. En las esquinas, molduras o zonas de difícil acceso, un cepillo de cerdas suaves o el accesorio adecuado de la aspiradora te resultarán muy útiles.

Si decides humedecer ligeramente el paño con agua tibia, hazlo con moderación y evita frotar con fuerza. De lo contrario, podrías extender la suciedad en lugar de eliminarla o incluso dañar la pintura.

Segundo paso: ataca las manchas persistentes

pared Imagen: Patrick Perkins (Unsplash)

Una vez eliminado el polvo, toca enfrentarse a las marcas más visibles. Estas suelen concentrarse en zonas de mayor tránsito como pasillos, alrededor de los interruptores o en las habitaciones de los peques.

Para la mayoría de manchas, prepara una solución con agua tibia y unas gotas de detergente neutro o jabón líquido suave. Humedece una esponja o paño limpio en esta mezcla y frota la mancha con movimientos circulares, sin ejercer demasiada presión.

Cuando las manchas se resistan más, el bicarbonato de sodio es tu mejor aliado, como suele ser habitual en múltiples procesos de limpieza que hemos comentado regularmente. Mezcla una pequeña cantidad con agua hasta crear una pasta espesa, aplícala sobre la zona afectada y déjala actuar durante unos minutos. Después, retírala con un paño húmedo.

Para las manchas de grasa, especialmente en la cocina, el vinagre blanco diluido en agua funciona de maravilla. Eso sí, siempre prueba cualquier producto en un rincón poco visible antes de usarlo en toda la pared. Yo tuve que repasar bien toda la superficie de mi cocina con esta solución y me quedé maravillado por cómo eliminaba toda la grasa.

Tercer paso: enjuaga y seca correctamente

El último paso es tan importante como los anteriores. Debes asegurarte de eliminar completamente cualquier resto de jabón o producto de limpieza, ya que estos residuos pueden actuar como imanes para la suciedad que venga después. Para ello, pasa un paño limpio humedecido únicamente en agua por todas las zonas que hayas tratado. Después, seca inmediatamente con una toalla absorbente o paño seco para evitar que se formen marcas de agua.

Si la habitación cuenta con buena ventilación, abre las ventanas para acelerar el secado y prevenir problemas de humedad. Como toque final, puedes dar un último repaso con un paño de microfibra seco para recuperar el brillo natural de la pintura.

Una vez que hayas devuelto a tus paredes su blanco original, algunos gestos sencillos te ayudarán a mantener el resultado por más tiempo. Ventila regularmente las habitaciones, limpia el polvo con frecuencia y trata las manchas pequeñas en cuanto aparezcan, antes de que se asienten.

Imagen de portada | Katja Rooke

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