Jose Antonio Carmona
Editor SeniorSiempre hemos dado por hecho que bajar la tapa del inodoro al tirar de la cisterna es lo mejor que podemos hacer, y tiene todo el sentido del mundo. Al fin y al cabo, cuando el agua entra con fuerza en la taza para arrastrar los restos, ese impacto genera pequeñas partículas en el aire, los llamados bioaerosoles. El problema es que la ciencia nos dice ahora algo importante: con eso no basta.
Puede que pase desapercibido, pero el baño es una de las zonas de la casa a las que conviene prestar más atención si queremos mantener a raya virus, bacterias y otros microorganismos. Y lo que muchos no imaginábamos es que, aunque bajemos la tapa, parte de esas partículas sigue escapando de la taza del váter, lo que demuestra que cerrar la tapa es un buen primer paso… pero no una solución completa.
No basta con bajar la tapa
Imagen: Scimex
Es un problema de salud, no solo de asco. Podemos pensar en temas escatológicos pero es mucho más importante. Como explica el microbiólogo Raúl Rivas, tirar de la cadena sin bajar la tapa libera muchos virus y bacterias que incluso pueden ser resistentes a los antibióticos. El problema es que con bajar la tapa no evitamos esta situación.
Al tirar de la cisterna se genera una nube compuesta de todo tipo de partículas, una especie de bioaerosol que se puede extender fácilmente y pese a que puede parecer que no tiene importancia, la ciencia acaba de demostrar todo lo contrario: esas nubes invisibles no son nada inofensivas.
En realidad, funcionan como un auténtico cóctel biológico en el que se han detectado bacterias como E. coli, Salmonella, Shigella o Clostridium. Para hacerse una idea de la magnitud, basta saber que en solo un gramo de heces puede haber hasta un billón de partículas virales.
Aunque pueda parecer exagerado, en 2022 un estudio de la Universidad de Colorado publicado en Nature demostró, usando láseres, que un inodoro convencional genera una columna de aerosoles invisibles cuando se acciona la cisterna con la tapa levantada.
El problema se hace aún más evidente en los baños públicos. Las investigaciones muestran que la contaminación no se queda flotando en el aire ni se concentra únicamente alrededor del inodoro, sino que acaba depositándose también en superficies como el suelo, el dispensador de papel, el pomo de la puerta o los lavabos y aunque no lo parezca, hasta en el cepillo de dientes (sí, no es agradable pensarlo), lo que explica por qué la higiene y la ventilación en estos espacios son tan importantes.
Bajar la tapa del váter ayuda, pero no es una solución infalible. Los estudios indican que reduce la dispersión de gotas visibles entre un 30 y un 60 %, lo que evita que las partículas más pesadas acaben en superficies cercanas.
El problema está en el diseño. Si te fijas, entre la tapa del inodoro y el asiento hay un hueco y aunque puede parecer pequeño, es como un campo de fútbol para que los aerosoles más finos (partículas de menos de 1 µm) que son expulsados a presión, campen a sus anchas. En pruebas con virus se ha comprobado que más de la mitad puede salir incluso con la tapa cerrada, y además son lo bastante pequeños como para esquivar muchos filtros de aire comunes.
Cómo hay que actuar
Foto de Karola G
¿Quiere decir esto que bajar la tapa no sirve de nada? Todo lo contrario: sí ayuda, aunque conviene apoyarse en otras medidas para que el resultado sea más eficaz. La ciencia recomienda seguir bajando la tapa del inodoro, ya que frena buena parte de las gotas más grandes.
Por eso, los expertos insisten en sumar otros pequeños gestos muy útiles, como ventilar bien el baño. Puede ser tan sencillo como abrir la ventana unos minutos o, si no es posible, encender el extractor para renovar el aire tras usar el inodoro.
Además no hay que descuidar la importancia de limpiar y desinfectar las superficies con regularidad —especialmente con productos como la lejía— y mantener los objetos personales, como toallas o cepillos de dientes, guardados en armarios o cajones.
Foto de portada | Jan Antonin Kolar en Unsplash
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