Con la llegada del frío toca poner en marcha la calefacción, el sistema más habitual para mantener la casa confortable. Sin embargo, para que funcione de forma eficiente y no dispare el gasto, hay una cifra clave que conviene no superar: hacerlo implica consumir más energía de la necesaria.
En un contexto en el que el coste de la energía fluctúa constantemente —sube, baja y vuelve a subir—, es fundamental vigilar cómo utilizamos la climatización para evitar sorpresas desagradables en la factura. Aunque ahora no estamos en un momento de precios extremos, no debemos perder de vista una referencia esencial: la temperatura que recomiendan los expertos para calentar el hogar sin que el consumo se dispare.
Aislar, ventilar y conservar. La normativa actual ya exige que las nuevas viviendas y las reformas integrales incorporen sistemas de ventilación mecánica capaces de renovar el aire sin perder calor. En la construcción pasiva —las conocidas casas “passivhaus”—, la combinación de aislamiento continuo, hermeticidad y recuperación de calor permite que muchas viviendas se mantengan de forma natural entre 20 y 21 ºC prácticamente sin encender la calefacción. No es un truco: es eficiencia, con reducciones de hasta el 90% en la demanda energética.
Todo pasa por ajustar bien el termostato para encontrar el equilibrio entre confort y eficiencia. Y aunque factores como el aislamiento influyen directamente en la forma en que debemos usar la calefacción, los especialistas insisten en una cifra que no deberíamos sobrepasar si queremos evitar un gasto innecesario.
Los expertos, especialistas y las empresas dedicadas a la climatización coinciden en un punto fundamental: existe un rango de temperaturas en el que debemos movernos si queremos equilibrar confort y consumo. Durante el día, la mayoría de expertos sitúan la temperatura adecuada del hogar entre 19 y 21 ºC.
El Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) recomienda mantener la casa entre 20 y 21 ºC, siempre utilizando ropa acorde a la estación. Aessia —la asociación aragonesa de instaladores— propone la misma horquilla y recuerda algo importante: debemos colocar el termostato en un sitio representativo de la vivienda, alejado de radiadores, ventanas o corrientes de aire que distorsionen la lectura.
Además, organismos como la OMS y un estudio publicado en Lancet Planetary Health fijan en 18 ºC la temperatura mínima saludable para reducir riesgos respiratorios y cardiovasculares.
Día y noche no son lo mismo
Este rango debe interpretarse con matices. Durante las horas de actividad necesitamos más calor, pero por la noche el cuerpo requiere menos temperatura. De hecho, para dormir, los 15–17 ºC suelen ser suficientes para la mayoría de personas, proporcionando descanso sin disparar el consumo.
Cada grado cuesta dinero. El IDAE aporta un dato clave: por cada grado que subimos por encima de los 21 ºC, la factura de calefacción puede aumentar alrededor de un 7%. Con esta referencia, la recomendación es clara: apagar la calefacción cuando la vivienda esté vacía y también durante la noche.
Esta idea se refuerza con un estudio publicado en Nature Scientific Reports, en el que se analizaron 12 viviendas monitorizadas. Las conclusiones fueron contundentes: adaptar horarios y temperaturas a la ocupación real reduce hasta un 38% el consumo de calefacción y hasta un 14% del gasto energético total.
Los investigadores comprobaron que apagar la calefacción en momentos sin ocupación no reduce el confort y sí mejora notablemente la eficiencia. También observaron diferencias enormes entre hogares similares, derivadas de los hábitos de sus habitantes: rutinas, tiempo que pasan en casa, nivel económico o si la vivienda es de alquiler o en propiedad. La conclusión coincide con la del IDAE: la eficiencia depende tanto de la temperatura como de cómo la gestionamos.
¿Y mantenerla al mínimo? Solo en viviendas muy mal aisladas podría considerarse dejar el sistema encendido a un nivel muy bajo por la noche. Aun así, incluso en esos casos, suele resultar más eficiente apagar y volver a encender unos minutos al despertar que mantener la calefacción funcionando durante horas sin necesidad.
El verdadero problema: el aislamiento
Muchos usuarios creen que “la calefacción no calienta lo suficiente”, cuando en realidad el problema suele ser otro: la vivienda no conserva el calor que genera. Desde AFELMA, la Asociación de Fabricantes Españoles de Lanas Minerales Aislantes, ya advertían que la falta de aislamiento es responsable de una parte enorme del gasto energético. En mi caso, ya conté cómo el cambio de ventanas y cierres supuso una mejora notable: desde entonces apenas necesito encender la calefacción.
Los datos del IDAE son contundentes: un buen aislamiento puede reducir el consumo de calefacción entre un 20% y un 30%. Dicho de otra forma, dos casas ajustadas a 20 ºC pueden ofrecer sensaciones térmicas completamente distintas: una resultará acogedora y confortable, mientras que la otra obligará a subir varios grados el termostato para sentirse igual de bien.
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