Con la llegada del frío, hay quien decide que es el momento de mejorar el aislamiento térmico de su vivienda. Una de las medidas más eficientes es cambiar viejas ventanas por unas nuevas, que ya cuentan con rotura de puente térmico y doble acristalamiento. La idea detrás de esto es ahorrar calefacción, y además, tiene premio fiscal: Hacienda permite deducirse en el IRPF un porcentaje importante del coste de la obra.
Sí, pero. Hay un error burocrático muy común, y está provocando que miles de ciudadanos pierdan miles de euros en la Declaración de la Renta. No es un problema de la factura ni de la calidad de la ventana, sino de cronología. Si llamas al técnico certificador después de haber instalado las ventanas, ya es tarde.
La "trampa" del antes y el después. Para que Hacienda te conceda la deducción por mejora de la eficiencia energética en obras que reduzcan la demanda térmica, tienes que demostrar de forma científica que tu casa ahora consume menos energía que antes. En concreto, exige probar una reducción de al menos un 7 por ciento en la demanda de calefacción y refrigeración.
Y llega el problema. Para demostrar esa mejora, la Agencia Tributaria exige dos Certificados de Eficiencia Energética, uno antes a la reforma y otro posterior a ella. El error fatal que cometen muchos usuarios es empezar la obra sin tener el primer certificado. Llaman al instalador, cambian las ventanas y, una vez terminada la obra, llaman al técnico para que haga el certificado energético pensando que con eso basta.
Si el Certificado de Eficiencia Energética previo tiene una fecha posterior a la factura de instalación de las ventanas, Hacienda lo considera inválido.
Hacienda es implacable. Si el técnico visita tu casa cuando las ventanas nuevas ya están puestas, el certificado que emite refleja la eficiencia de la casa con la reforma ya hecha. Por tanto, no existe una foto fija del estado anterior con la que comparar. No puedes demostrar que ha habido una mejora porque has borrado las pruebas del estado original.
Los tres pasos obligatorios para no perder el dinero
Si estás pensando en cambiar las ventanas en 2026 o en aprovechar lo que queda de año y quieres optar a la deducción, el orden de los factores sí altera el producto. Este es el único proceso válido.
Lo primero: llamar al técnico certificador. Antes de que entre un solo operario en casa, un arquitecto o aparejador debe visitar la vivienda, medir las ventanas viejas y registrar el primer certificado energético. Después puedes realizar la obra. Una vez tengas ese documento registrado, puedes proceder a la instalación y pago de las nuevas ventanas. Finalmente se emite el segundo certificado. Al terminar la obra, el técnico vuelve a medir y emite un nuevo certificado energético que refleje la mejora.
Solo comparando los datos del primer y del segundo certificado podrás demostrar la mejora de eficiencia, un requisito imprescindible para la deducción. Si te saltas el primer paso, perderás el derecho a la ayuda por muy eficientes y caras que sean tus nuevas ventanas.
Cuánto puedes desgravar. La deducción por reducción de demanda de calefacción y refrigeración es del 20 por ciento sobre las cantidades invertidas, con una base máxima de 5.000 euros por vivienda. Eso significa que la deducción máxima que puedes aplicar en este caso es de unos 1.000 euros, no 3.000 euros.
Imagen | Amel Majanovic en Unsplash
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