A la hora de tener agua caliente sanitaria en casa, las opciones más habituales que podemos usar en nuestra vivienda son las calderas, los calentadores de gas y los termos eléctricos.
Estos últimos son unos electrodomésticos generalmente grandes y pesados que si no tomamos unas mínimas precauciones pueden llegar a suponer un importante gasto en la factura eléctrica cada mes, y a los que también hay que realizar un mantenimiento periódico.
Un mantenimiento básico, pero muy importante
Los termos suelen estar encendidos muchas horas cada día, pero especialmente durante el otoño y el invierno, cuando tener agua caliente es más importante que nunca. Y este uso lleva un desgaste de sus componentes, por lo que realizar un mantenimiento adecuado es fundamental.
¿Qué tengo que hacer? Pues como explican desde Iberdrola, hay tareas básicas que podemos hacer nosotros mismos sin mucho esfuerzo y otras más complejas que pueden requerir la presencia de un técnico en casa.
Por ejemplo, podemos mantenerlo bien limpio y seco por su parte exterior, revisando que los controles de temperatura, de apagado y encendido funcionan correctamente. También que está bien anclado a la pared, que no se mueve y está firmemente sujeto, así como verificar el estado de las tuberías que entran y salen del aparato.
Revisar el ánodo del termo es otra de las tareas que conviene hacer cada uno o dos años, aunque dependiendo de cómo esté instalado y de si tenemos o no fácil acceso a él, quizá necesitemos la ayuda de un especialista. Su función es proteger el depósito contra la corrosión, y si está en mal estado debe ser sustituido por un técnico.
Vaciar y limpiar el termo una vez al año también es importante. Para ello podemos apagar y desenchufar, cerramos la llave de entrada de agua y abrimos el grifo de agua caliente más cercano. Después utilizamos la válvula de vaciado del termo o desconectamos el manguito de salida inferior para vaciar el depósito. Con esta acción podemos sacar sedimentos que pudieran estar acumulados en el fondo del depósito y que no saldrían de otra forma.
Comprobar que el agua sale a la temperatura solicitada. Aquí lo ideal sería poder medir con un termómetro, pero si no lo tenemos podemos hacerlo aproximadamente. No se trata de ir al milímetro, sino de asegurarse de que más o menos sigue calentando como siempre y que el termostato funciona.
De hecho, por lo menos una vez al año se recomienda poner el termo a máxima potencia para acabar con posibles microorganismos que pudieran estar creciendo en su interior. Por ejemplo, podemos dejarlo calentando unas horas a 70-80 ºC para conseguirlo o activar algún modo de desinfección específico si lo tuviera.
Señales a vigilar en nuestro termo
Además de realizar las tareas de mantenimiento antes mencionadas, conviene prestar atención a algunos signos o indicios en el funcionamiento del mismo que pueden alertarnos de una avería inminente.
Por ejemplo, si de repente comenzamos a notar que el agua ya no sale tan caliente como antes o que tarda más en calentarse, puede ser que la resistencia está recubierta de cal o a punto de estropearse. En este caso probablemente nos convenga contactar con un técnico especializado.
También puede que el termo parezca haber ido perdiendo volumen de agua caliente. Esto puede suceder en zonas con agua con mucha cal donde con el paso de los años se va acumulando en su interior reduciendo la capacidad máxima del depósito.
También podemos notar ruidos extraños, como burbujeo, zumbidos o crujidos al calentarse el agua, indicativo de que hay una acumulación importante de cal en el interior.
Por supuesto, si notamos goteos o pequeñas fugas de agua pueden ser indicativo de corrosión y suponer un aviso de un problema más importante, como una grieta o agujero por los que se escape el agua.
Además, hay que vigilar que el agua caliente no tenga un color u olor extraño, ya que esto podría indicar oxidación interna o corrosión en alguna de las tuberías.
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