Puede parecer un objeto simple y sin misterio, pero la lata de bebida que guardas en la nevera esconde detalles de diseño que muchos desconocen. Uno de ellos es el pequeño orificio de la anilla, que a menudo se interpreta de forma incorrecta. Sin embargo, tiene una función muy específica y práctica.
Desde su aparición en 1935, las latas de bebidas han experimentado una notable evolución. Su diseño no siempre fue como el que reconocemos hoy, y la anilla superior es una de las partes que más ha cambiado con el tiempo. Ese discreto orificio, lejos de ser decorativo, cumple un papel esencial en su funcionamiento.
Fruto de una evolución
La historia de las bebidas enlatadas comenzó en 1933 pero fue en 1935, cuando una cervecera de Nueva Jersey lanzó al mercado la cerveza Krueger como la primera bebida comercial distribuida en lata.
En sus inicios, estos envases tenían un diseño plano y requerían un abrelatas para su apertura, perforando la parte superior con dos orificios triangulares para poder beber el contenido. Cómo cuentan desde la "Asociación de latas de bebidas", algunas latas también incorporaban un tapón similar al de las botellas de vidrio, alternándose con el formato plano en aquella época.
El diseño de lata que conocemos hoy en día comenzó a tomar forma en 1963 con la introducción del sistema “easy open”, más conocido como la anilla. Este mecanismo, situado en la parte superior del envase, permite abrir la lata con facilidad. La idea surgió gracias a Ermal Cleon Fraze, un ingeniero que, tras olvidar el abrelatas en una salida, ideó una solución práctica: la anilla pero separada de la lata.
Pero la evolución no se detuvo ahí. A mediados de los años 70, otro ingeniero, Daniel F. Cudzik, propuso una alternativa más segura: mantener la anilla unida a la lata. De este modo, se evitaba que se tirara al suelo y se reducían los riesgos de cortes. Su propuesta incluía una pequeña pestaña que aseguraba la anilla al envase, dando lugar al característico orificio que todos reconocemos hoy, aunque pocos conocen su función exacta.
Para qué sirve en realidad

Pues no sirve para introducir la pajita. Y es que mucha gente piensa que esta es la verdadera utilidad del agujero que aparece en la anilla de las latas. El pequeño orificio presente en la anilla cumple una función mecánica clave: actúa como punto de apoyo o palanca.
Al introducir el dedo en él, la fuerza que se aplica se reparte de manera más eficiente, lo que permite levantar la pestaña con mayor facilidad y sin necesidad de ejercer demasiada presión. Este ingenioso detalle no solo optimiza la apertura, sino que además permitió reducir el uso de aluminio en la fabricación del sistema, haciéndolo más ligero y económico.
El problema es que todavía muchas personas arrancan y separan la anilla del resto de la lata, un gesto que, además de conllevar riesgo de cortes o lesiones, genera un residuo innecesario. Esta pequeña pieza metálica puede acabar en la naturaleza, donde representa una amenaza: puede ser ingerida por animales y contribuir a la acumulación de desechos metálicos en el medio ambiente.
Foto de portada | Sascha Hormel
Vía | BR.Ign
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