Como recordaréis, el mes pasado dedicamos el primer post de esta sección a una grabación «redonda» tanto en lo artístico como en lo técnico, «The Dark Side of the Moon», de Pink Floyd. Mantener el listón en un nivel tan alto no es fácil; sin embargo, creo firmemente que la propuesta que os hemos preparado este mes está a la altura tanto por su excepcional calidad de sonido como por su indiscutible calidad artística.
Buenos discos de jazz hay muchos. Extraordinarios, unos cuantos. E imprescindibles, tan solo un puñado. Y el protagonista de este post es uno de ellos. Si tuviese que salvar de un incendio tan solo dos discos de jazz de toda mi colección, sin duda elegiría «Kind of blue», de Miles Davis, y este «Jazz at the Pawnshop». Ambos son descomunales desde un punto de vista artístico, pero, además, este último es «hipergaláctico» si nos ceñimos a su calidad técnica. Si tienes un buen equipo de Alta fidelidad y aún no has escuchado en él este disco, te estás perdiendo una experiencia única. Sigue leyendo y descubrirás por qué.
«Jazz at the Pawnshop»: calidad artística
Para que una grabación como esta vea la luz es imprescindible reunir a un grupo de músicos de altura y a un equipo técnico de primera línea. Pero, además, este disco tiene un ingrediente adicional sin el que posiblemente no se hubiese transformado en la leyenda que es casi desde el mismo instante en que nació: el entorno en el que fue grabado. «Jazz at the Pawnshop» se desarrolló bajo la forma de dos sesiones en vivo que tuvieron lugar las noches del 6 y el 7 de diciembre de 1976 en el club de jazz Stampen de Estocolmo (Suecia). Este local había sido una antigua casa de empeños (pawnshop, en inglés), de ahí su nombre, y esas dos noches estaba abarrotado debido a la talla de los músicos que iban a participar en estos dos conciertos. Lo curioso es que aquel ambiente da a esta grabación una riqueza única capaz de transportar a quien la escucha al club Stampen con una claridad meridiana.
En cualquier caso, los principales artífices de este disco fueron Sven Arne Domnérus, un extraordinario saxofonista y clarinetista de jazz sueco, y Gert Palmcrantz, el ingeniero de sonido que se responsabilizó de la grabación. Por supuesto, los demás músicos de la banda, entre los que figuraron el pianista Bengt Hallberg y el bajo Georg Riedel, también estuvieron en estado de gracia aquellas dos noches. ¿El resultado? Una auténtica obra maestra en la que cada instrumento entabla un diálogo intenso y lleno de vitalidad con los demás. Todos ellos aportan su granito de arena a unas melodías que rebosan energía y un ritmo a menudo endiablado durante casi una hora y media. Es muy difícil quedarse solo con dos o tres cortes de esta grabación porque cada uno de ellos tiene personalidad propia, pero, si tengo que mojarme, me quedo con «High Life» y «Lady be Good». Pero, insisto, todos ellos son extraordinarios.
Calidad técnica
El trabajo que realizó Gert Palmcrantz con la toma de sonido de esta grabación fue, definitivamente, un pequeño milagro. Demuestra que un disco con casi cuatro décadas a sus espaldas puede superar con una claridad absoluta a muchas grabaciones actuales de las que suelen considerarse «de referencia». Su resolución es extraordinaria, y no solo por el elevado nivel de detalle y el preciso timbre de los instrumentos, sino también por la enorme cantidad de microinformación que contiene esta grabación. Además, la escena sonora es amplísima y cada instrumento está nítidamente separado de todos los demás. La dinámica también es estupenda, aunque no es el parámetro en el que más destaca «Jazz at the Pawnshop».

Pero, como os adelanté hace unas líneas, lo que realmente nos traslada directamente a aquellas dos noches en el club de jazz Stampen es la apabullante información de ambiente que contiene esta grabación. Podemos escuchar las voces de los clientes del local, el roce de los platos, los crujidos de las sillas, los aplausos… Y, además, todos estos sonidos no molestan. Todo lo contrario; permiten recrear con una precisión casi quirúrgica el ambiente de aquel local. Aquí reside ese encanto tan especial que tiene este disco.
Si te gusta el jazz y aún no lo tienes, hazte con este disco. Y si este género no te atrae especialmente, pero te apetece tener una de esas grabaciones que permiten lucirse a un buen equipo de Alta fidelidad, consíguelo. Te dejará atónito, al menos, por su calidad técnica. «Jazz at the Pawnshop» está disponible en muchos formatos (CD, SACD, XRCD, vinilo, etc.), pero mis preferidos son, sin duda, el disco de vinilo de 180 gramos y la versión en SACD. Afortunadamente, podéis encontrarlo sin mucho esfuerzo tanto en tiendas físicas como en Internet, así que yo me decantaría por aquella que os ofrezca el mejor precio. Se hará un hueco entre las joyas de vuestra colección.
En Xataka Smart Home | La grabación del mes: «The Dark Side of the Moon», de Pink Floyd
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4 comentarios
dubinet
Gran aportación, gran concierto y gran grabación. Un clásico dentro de las grabaciones High End. Recuerdo haber escuchado un par de cortes de este disco en una demostración, en una de esas en las que nos juntabamos aficionados en un hotel (creo recordar el Hotel Presidente de Barcelona) asistiendo a todo tipo de demos. Si no recuerdo mal demo nos la ofreció un ingeniero francés hijo de George Cabasse , fabricante de pantallas high-end desde los años 50(no recuerdo su nombre de pila)y fue un honor conocerlo personalmente.
Por cierto, si navegais por la red no dudeis en sintonizar jazzradiobcn.
salu2
ceol
En mi opinión es un disco que suena bien pero que no es nada del otro mundo. Musicalmente, ponerlo al lado de Kind of Blue me parece un pecado mortal, de los que no hay cura que te salve. Por algo es un disco mayormente conocido entre audiófilos pero que no pasa de ahí.
Lo curioso del caso, es que la tendencia en la grabación moderna, incluido el directo, es intentar minimizar el sonido ambiente, aquella información que se considera indeseable en la toma sonora del instrumento en cuestión. Por eso no es común el uso de técnicas de microfonía estéreo (ORTF en este caso) como par principal (con el añadido de micrófonos de refuerzo o "spot" mics) fuera de las producciones de música clásica. En estas últimas, la naturalidad, la captación del espacio acústico y el "aire" entre los instrumentos así como la fidelidad máxima a la dinámica de la interpretación son premisas fundamentales.
Cuando se aplican estas mismas premisas a otro tipo de producciones musicales con instrumentos acústicos (caso del jazz casi siempre), y el espacio donde se desenvuelven acompaña, el resultado siempre es muy bueno. Pero desgraciadamente no es el camino que se ha seguido en el mundo de la grabación, poniendo por delante limpieza y perfección a naturalidad. Todo esto daría para un profundo debate sobre como ha afectado el mundo de la grabación a la interpretación pero no es el tema…
Volviendo al disco, el secreto de esta grabación reside precisamente en la técnica de grabación elegida por el ingeniero, donde el un par estéreo ORTF es el que define el sonido general del grupo apoyado por micros de ambiente, un par en la batería, uno en el piano y otro en el bajo. No es nada especialmente extraordinario, pero como no se suele hacer, destaca. Y funciona.
Pese a su buen sonido, lo pondría en el grupo de "sobrevalorados" (en el también incluyo al Dark Side of the Moon, por cierto).
m0squera
Nunca pense hacer un comentario tan predecible y manoseado pero; Me muero de ganas de leer el proximo articulo de "La grabacion del mes" Felicitaciones pero el trabajo Juan Carlos
hectorjmatos
No conocía este disco, me hice de el por tu recomendación y de verdad que es una maravilla de trabajo. Simplemente excelente! Un gran abrazo y gracias por este oasis musical que representa esta serie de artículos!