Es un pequeño gesto que puede resultar bastante frustrante: abrir una lata y que se rompa la anilla, intentar abrir un táper y que se parta la pestaña, o el caso que ahora nos ocupa: abrir un yogur y que se rompa la tapa. Un contratiempo que se puede evitar con un truco muy simple.
Muchos pensarán que son problemas menores, propios del llamado “primer mundo”, pero lo cierto es que siempre suceden en el momento más inoportuno. A veces, abrir un sistema de “abre fácil” puede convertirse en una batalla, y en el caso del yogur, evitar que la tapa se rompa es algo que puede lograrse sin grandes complicaciones.
Seguro que en más de una ocasión te has enfrentado a este problema: intentar retirar la tapa del yogur y que esta se desgarre en varios pedazos, obligándote a ir quitándolos uno a uno con los dedos. Incluso puede quedarse algún fragmento pegado al borde del envase.
La facilidad para quitar la tapa depende de varios factores: el tipo de material con el que está hecha, el adhesivo utilizado e incluso el recipiente del yogur. En ocasiones, cuesta más despegar la tapa de un vaso de cristal que de uno de plástico.
El truco casero

El verdadero problema surge cuando la tapa se resiste y no hay forma de retirarla sin que se rompa. Pero existe una solución sencilla: generar algo de calor por fricción justo en la zona donde está sellada la tapa.
¿Cómo se hace? Solo tienes que frotar con suavidad el borde donde el aluminio está sellado al envase, usando la mano, un paño o la propia tapa de plástico. El calor generado facilita que se despegue. Luego, tira con cuidado desde un extremo: si ha funcionado, la tapa saldrá entera. No siempre es perfecto, pero suele dar buen resultado.
Por lo general, las tapas más difíciles de retirar son las de aluminio que se encuentran en envases grandes, como los de yogur natural, yogur griego, queso fresco, kéfir, batidos o productos lácteos similares. Estos recipientes, que suelen superar los 200 gramos, incluyen además una tapa exterior de plástico rígido. Si no se consume todo el contenido de una vez, es recomendable conservar esta tapa para cerrar el envase tras su apertura, lo que ayuda a mantener una buena higiene y conservar mejor el producto.
Aunque suele verse en productos lácteos, este tipo de tapa metálica también está presente en otros productos: desde botes de cacao a cosméticos pasando por todo tipo de artículos. Por eso, este truco puede ser útil en muchas otras ocasiones.
El peligro de dejar la tapa rota o medio abierta
Ya lo comentamos anteriormente cuando una especialista alertaba sobre los riesgos de conservar la mantequilla o la margarina con la tapa de aluminio mal cerrada. Lo más aconsejable es retirar por completo esa lámina metálica y utilizar únicamente la tapa de plástico que incluyen muchos envases, especialmente los de formato grande.
Con frecuencia, después de abrir envases con tapa de aluminio o papel, tendemos a guardarlos en la nevera dejando la tapa medio abierta. Sin embargo, esta práctica no es aconsejable. Generalmente se trata de productos que no se consumen de una sola vez, por lo que es fundamental conservarlos adecuadamente en el frigorífico. Una vez retirada la cubierta de aluminio que actúa como sello inicial, lo más recomendable es desecharla por completo.
Según la ingeniera de alimentos Mariana Zapién en su cuenta de Instagram @ingdetusalimentos: “Dejar la tapa de aluminio en tus productos propicia la proliferación de microorganismos”. Al mantener la tapa de aluminio a medio poner, se permite que la humedad entre en contacto con los alimentos: “Esto hace que puedan crecer bacterias, levaduras u hongos que pueden contaminar el alimento y, por tanto, hacer que se eche a perder más rápido”.
Imagen portada | Jainath Ponnala
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