En pleno siglo XXI parece que si nos falta un buen ventilador o un sistema de aire acondicionado potente no podremos superar las sucesivas olas de calor que van azotando nuestras viviendas, pero lo cierto es que antes de que existieran estas tecnologías nuestros ancestros ya sabían muy bien cómo combatir las altas temperaturas.
De hecho, en las zonas centrales y sur de la Península el calor ha sido algo típico desde siempre, y librarse de él algo recurrente a la hora de construir las casas, no solo en el tipo de materiales empleado, sino también en la forma misma de las viviendas.
Construcciones tradicionales que combaten el calor
Antes de que los grandes edificios gobernaran nuestras ciudades, las casas unifamiliares de antaño estaban diseñadas para combatir muy bien las altas temperaturas, a pesar de que muchas veces no se pensara específicamente en el momento de construirlas y se hiciera más por tradición que con el aislamiento en mente.
Es el caso por ejemplo de los muros anchos y de materiales permeables como el barro o el adobe, que pueden crear un cierto "efecto botijo" al tiempo que aíslan tanto en invierno como en verano. Pero también de la tendencia a usar techos altos para que el calor pueda escapar a las zonas superiores dejando frescor en las inferiores y ventanas pequeñas para mantener la temperatura dentro.
Otro ejemplo lo tenemos en los colores clásicos empleados para las fachadas en nuestras zonas más calurosas, como Andalucía, Castilla la Mancha o Extremadura, donde el blanco es esencial y característico en muchos pueblos de forma que se reflejen las radiaciones solares y se mantenga el frescor dentro de los muros.
Pero si hay una construcción típica pensada para aliviar de las altas temperaturas ese es el patio central alrededor del cual se sitúan las diferentes estancias de una misma casa o varias viviendas de una comunidad de vecinos.
El patio es muy nuestro y llevamos construyendo así desde siempre, consiguiendo varias ventajas que no tienen muchos edificios modernos, a pesar de que en algunos se trate de imitar el aspecto de estos patios ancestrales.
Para empezar, tenemos una zona central abierta al aire por la que puede escapar el calor del resto de habitaciones o viviendas, sobre todo en las horas donde se ha ido el sol, creando una pequeña brisa gracias a la cual parte del calor se va fuera de la casa.
Pero además esta estructura permite una ventilación cruzada entre las distintas viviendas o habitaciones, de forma que llegue aire renovado más fresco a todas ellas.
Los patios centrales son además un espacio donde suelen reinar las plantas, ya sea en forma de macetas o directamente sembradas en el suelo, lo que aporta un sistema natural de refrigeración adicional a las casas gracias a la evaporación del agua a través de las hojas de los vegetales. También aportan sombra natural y un frescor general muy agradable además de buen olor.
Y en muchos de ellos ha sido típico el colocar fuentes, pozos, canales de agua o pequeños estanques, lo que añade aún más humedad en la corriente de aire principal de la estructura, haciendo que bajen las temperaturas.
Por todo ello no es de extrañar que cuando entramos desde la calle con un bochorno insoportable a más de 40ºC a un patio típico en una ciudad andaluza o en localidades de Castilla la Mancha como Toledo o Ciudad Real, notemos inmediatamente una sensación de frescor como si alguien hubiese encendido un aire acondicionado gigante.
No es magia, es sabiduría ancestral que muchas veces dejamos olvidada en nuestros bloques de pisos actuales, pero que tan bien funcionó durante tantos años a nuestros antepasados.
Imagen portada | Casa Y Museo Del Greco en Toledo. Imagen: D.Rovchak en Wikipedia
En Xataka Smart Home | Lo último en paneles solares es que se "escondan" a la vista en los tejados. Estas placas lo han logrado imitando a la tejas de barro
Ver 0 comentarios