Estos son los cuatro sistemas de calefacción que pueden disparar tu factura de la luz si los usas a diario

Con los precios de la electricidad disparados y sin intenciones de retroceder este otoño-invierno, buscar el sistema de calefacción más eficiente para nuestro hogar resultará fundamental si queremos ahorrar en la factura de la luz a final de mes y no gastar una pequeña fortuna.

En el mercado podemos encontrar muy diferentes tecnologías para calentar nuestras casas que se basan en distintos métodos y usan materias primas variadas, como el gas, el diésel, la madera y sobre todo la electricidad, presente en muchas viviendas gracias a su versatilidad, rapidez y limpieza.

Sin embargo, no todos los sistemas de calefacción eléctricos son iguales, ya que como vimos en su día hay unos muy eficientes capaces de exprimir cada vatio utilizado, como es el caso de la aerotermia y las bombas de calor y otros ya obsoletos que nos harán gastar una pequeña fortuna. ¿Cuáles son los que más electricidad gastan y que no conviene usar a diario como sistema principal para calentar la casa a no ser que tengamos placas solares y la luz nos salga gratis o mucho más barata?

Radiadores eléctricos con fluido interno

En mi casa, desde siempre recuerdo que ha habido uno de estos radiadores eléctricos de fluido interno. Son baratos y muy sencillos de usar, ya que basta con enchufarlos a la red, seleccionar una temperatura en el termostato y pulsar el interruptor de encendido.

Por poco más de 40 o 50 euros podemos tener uno de estos en casa y hasta hace unos cuatro o cinco años, cuando el precio de la luz era mucho más económico, su uso no era prohibitivo, ya que podían ser el núcleo principal para dar calor a una habitación o aportar un extra de calefacción en habitaciones alejadas donde el sistema principal no llegase con suficiente fuerza.

Cuentan con un fluido en su interior, que suele ser algún tipo de aceite, que se calienta y mantiene gracias a su inercia térmica una temperatura constante durante un cierto tiempo, lo que ayuda a aprovechar mejor cada vatio invertido en el proceso de calentamiento.

Sin embargo, necesitan mucha, muchísima energía para calentar sus resistencias internas, con potencias que oscilan entre 1.000 y 2.500 vatios, que están en uso muchas horas al día, lo que puede hacer que se dispare nuestra factura a final de mes.

Calefactores eléctricos de resistencia simple

Son otro de los grandes grupos de radiadores y calefactores eléctricos, los clásicos que enchufamos y se calientan al hacer pasar la corriente eléctrica por una resistencia, esta vez sin ningún fluido con inercia térmica, aunque sí cuentan con un gran disipador de calor que suele estar unido a su carcasa.

Utilizan grandes cantidades de energía para calentar esta resistencia, típicamente entre 800 y 1.500 o 2.000 vatios y en cuanto el termostato alcanza la temperatura marcada se apagan y el calor se va casi tan rápidamente como llegó.

Hay modelos que además cuentan con algún sistema de ventilación integrado para sacar el calor fuera de la carcasa, lo que suma algún vatio adicional en el consumo pero nos permite hacer llegar el calor a puntos más alejados de la sala.

Calefactores portátiles compactos

Los equipos de calefacción portátiles de tipo compacto son sistemas en general muy versátiles que permiten calentar una habitación de forma relativamente sencilla simplemente enchufándolos a la corriente eléctrica, sin instalación de tubos, tuberías ni demás accesorios.

Cuentan en su interior con todo lo necesario para funcionar, incluyendo resistencias, ventiladores para extraer el calor, termostato para seleccionar la temperatura deseada, incluso en algunos modelos programadores, temporizadores y selector de la potencia. Solo hay que enchufarlos y listo.

El funcionamiento suele estar basado en una o varias resistencias eléctricas que se calientan con el paso de la corriente, extrayendo el aparato al exterior el calor por convección o mediante algún ventilador con diferentes velocidades de giro. Esto tiene la ventaja de ser un sistema muy sencillo y económico, con equipos que se sitúan en general con un precio muy por debajo de los 50 euros.

Sin embargo, dicha forma de calentar tiene importantes inconvenientes. Para empezar, en general suelen tener muy poca inercia térmica. El calor se emite directamente al aire y tras apagar el aparato éste se enfría rápidamente al contrario que otros sistemas basados en fluidos como los radiadores de aceite. Y suelen consumir grandes potencias con cifras que se van fácilmente hasta los entre 1.000 y 2.000 vatios.

¿Para qué son recomendados? Pues para usos puntuales durante unos pocos minutos, como por ejemplo para calentar el baño mientras nos vamos a duchar o la habitación nada más levantarnos si no habíamos dejado la calefacción principal encendida por la noche.

Acumuladores de calor

Durante muchos años los acumuladores de calor han sido una muy buena opción para calentar la casa usando energía eléctrica y gastando lo mínimo posible gracias a que podíamos utilizar dicha energía en los períodos en los que era más económica, generalmente por las noches.

Un acumulador de calor funciona de forma similar a un radiador eléctrico. Lo hace gracias a unas resistencias eléctricas que se calientan con el paso de la electricidad que a su vez calientan el núcleo del acumulador que es el encargado de almacenar la energía térmica que luego va liberando de forma progresiva.

Y es esta la principal diferencia frente a un radiador al uso. Mientras este sólo calienta cuando lo tenemos enchufado y da igual la hora y la tarifa, un acumulador de calor se carga de energía cuando esta está más barata y luego nosotros decidimos cuando libera esa carga de energía en forma de calor.

Hasta hace unos años si teníamos un sistema de discriminación horaria podíamos dirigir el uso eléctrico de estos aparatos a las horas más baratas (por la noche) y luego pedirles que calentaran la casa en las más caras, como por ejemplo durante el día. Sin embargo, ahora mismo los precios de la luz están incluso más caros por la noche, cuando típicamente usábamos para recargar estos equipos, por lo que usarlos a diario puede suponer un importante pico en la factura de la luz.

Imagen portada | Erik Mclean

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