Al apretar en exceso los cables, un simple conector HDMI forzado puede provocar cortes intermitentes de imagen o sonido
Durante mucho tiempo, el mayor enemigo del salón ha sido el mismo: los cables. Colgando, enredados, visibles justo donde no deberían estar. Cuando decides poner orden detrás de la tele, la tentación es clara: agruparlo todo, empujar hacia el fondo del mueble y dejar un frontal limpio. Estéticamente funciona. Técnicamente, no siempre.
Eso fue exactamente lo que hice. Dejé la parte trasera impecable… y semanas después empezaron los problemas.
Cuando el orden se convierte en presión
Detrás de una televisión moderna suele haber más conexiones de las que parece. HDMI, alimentación, cable de antena, sonido, a veces red Ethernet o USB. El problema no es tenerlos todos ahí, sino forzarlos para que ocupen menos espacio del que necesitan.
Al apretarlos contra la pared o el fondo del mueble, los conectores empiezan a trabajar en una posición para la que no están diseñados. Los HDMI, por ejemplo, no están pensados para soportar tensión lateral constante. El conector queda ligeramente inclinado, el cable tira hacia abajo y el puerto sufre sin que lo notes.
Uno de los primeros síntomas de que algo no va bien suele ser sutil: una pantalla negra puntual, un parpadeo rápido, el sonido que se corta medio segundo. Nada constante, nada que puedas reproducir fácilmente. Justo el tipo de fallo que hace pensar que es cosa del software o de la app.
En mi caso, la imagen desaparecía durante un segundo al cambiar de fuente. A veces el sonido ARC dejaba de funcionar hasta reiniciar la tele. Todo parecía aleatorio.
La realidad es que un conector forzado puede perder contacto microscópico. Basta una vibración, un cambio de temperatura o mover ligeramente el mueble para que el fallo aparezca… y desaparezca.
HDMI y alimentación: los más castigados
No todos los cables sufren igual. Los HDMI son especialmente delicados porque manejan señal de alta velocidad y necesitan un contacto limpio y estable. Cualquier microdesplazamiento puede provocar errores en la señal, renegociaciones de resolución o cortes de audio.
Los cables de alimentación tampoco salen indemnes. Cuando quedan doblados en exceso, el aislamiento interno se va degradando con el tiempo. No suele ser peligroso de inmediato, pero sí puede generar calentamientos innecesarios o pérdidas de estabilidad.
Y lo peor es que el daño suele ser acumulativo. Hoy funciona, mañana también… hasta que deja de hacerlo.
Uno de los temas relevantes es que la incidencia no suele ser inmediata ni espectacular. No es que la tele se rompa de un día para otro. El problema aparece cuando empiezas a cambiar cables pensando que están defectuosos, o cuando un puerto HDMI deja de funcionar correctamente.
En el peor de los casos, el daño está en el propio conector de la televisión. Reparar un puerto HDMI no es barato y, en muchos modelos, directamente no compensa. Todo por haber ganado unos centímetros detrás del mueble.
Además, los fallos intermitentes son los más difíciles de diagnosticar. Puedes pasar meses conviviendo con microcortes sin saber exactamente de dónde vienen.
Cómo dejar los cables bien sin jugártela
La solución no pasa por resignarse al caos visual, sino por dar espacio real a los cables. Dejar holgura, usar guías que no los obliguen a doblarse en ángulos cerrados, utilizar dispositivos como One Connect de Samsung y, sobre todo, evitar que el peso del cable recaiga sobre el conector.
Separar alimentación de señal también ayuda, no tanto por interferencias como por comodidad y menor presión acumulada. Y si el mueble no deja espacio suficiente, a veces la mejor decisión es adelantar unos centímetros la tele respecto a la pared.
Ordenar cables detrás de la tele parece una tarea inocente, pero hacerlo a base de fuerza es una mala idea. Los problemas no llegan de golpe, sino poco a poco, cuando ya no recuerdas haber apretado nada. Y entonces empiezan los fallos “raros”, los que no tienen explicación clara.
Dejar respirar a los cables no es una manía: es una forma sencilla de evitar averías tontas que, con el tiempo, pueden salir sorprendentemente caras.
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