Las Smart TV gigantes baratas son muy tentadoras, pero estos son los motivos por los que siguen sin conquistarme

Vas a una tienda o a una demostración de algún fabricante y las teles gigantes son las grandes protagonistas, dejándote embelesado por su estupenda calidad de imagen, su altísimo brillo y las magníficas capacidades de inmersión que ofrecen.

No importa si son LCD, OLED o cualquiera de sus variantes, la impresión es tal que lo primero que piensas es en que quieres llevarte una para casa, y empiezas a echar cálculos para ver si te llega el presupuesto y si podrás colocar algo así en el salón.

Tele gigante para casa: gran idea o error monumental

Y puede que en muchos casos los cálculos te digan que sí, que con la bajada de precios de los últimos años quizá no necesites pedir una segunda hipoteca, y además en la mayoría de salones incluso de viviendas pequeñas es posible tener una pared libre con 2-2,5 metros de longitud para poder poner una tele de entre 85-100 pulgadas. Pero que puedas comprarla y quepa en casa no quiere decir que sea la mejor opción.

Y es que, incluso aunque sea posible que nos la lleven a casa, la suban por el ascensor o la escalera y encontremos un hueco libre en una pared, aunque toque hacer reforma o recolocación de los muebles, quizá tener una tele gigante no sea la mejor idea del mundo. ¿Por qué? Pues porque que la aprovechemos o no, dependerá del tipo de uso que hagamos de ella.

Si lo que pretendemos es tener una pantalla donde ver cine y series a lo grande, algún partido de fútbol o alguna partida ocasional a nuestros juegos favoritos, una tele enorme puede ser una fantástica idea, ya que la capacidad de inmersión que proporciona es muy superior y nos dará la sensación de estar realmente en el cine.

Es como tener un proyector, con una diagonal similar y que podrás usar a plena luz del día sin preocuparte de tener que andar bajando las persianas, echando las cortinas, colocando la pantalla, etc.

Pero si lo que buscamos es una tele multifuncional para el uso cotidiano, un modelo de tan grandes dimensiones puede no ser la mejor opción, ya que nos enfrentaremos a varios problemas importantes que la tecnología aún no ha podido solucionar.

Para empezar tenemos el de la distancia de visionado y la fatiga del espectador asociados a una pantalla demasiado grande y al tiempo de uso. Es decir, mientras que para estar sentados frente a una pantalla enorme durante un par de horas para ver una película puede no suponer ningún problema, hacerlo durante más tiempo a lo largo del día puede provocar ciertas molestias de salud.

Y es que, no poder abarcar la pantalla entera de un solo vistazo puede llegar a ocasionar a la larga molestias en los músculos del cuello y espalda así como un exceso de acomodación en los ojos, que según algunos especialistas médicos puede desembocar en síntomas como escozor o visión borrosa que lógicamente empeoran con el tiempo de utilización de las pantallas.

¿Qué tamaños y distancias son recomendables para no sufrir estos problemas? Pues aquí hay múltiples opiniones dependiendo de a quién le preguntemos, como vimos a fondo en este artículo. Pero en general se recomienda que la distancia mínima de visionado sea de tres veces la altura del televisor o 1,6 veces la diagonal de una pantalla con relación de aspecto 16:9.

Así, para distancias de menos de 2 metros sería recomendable un tamaño de hasta 50 pulgadas, las 55 pulgadas quedan reservadas para distancias de 2,1 metros, las 65 pulgadas son recomendables para unos 2,5 metros y si queremos meter 75 o más pulgadas deberíamos tener por lo menos 2,9 metros de distancia entre la pantalla y nuestra posición habitual en la sala.

Un problema de luminosidad y consumo

Además, una tele grande será en general mucho más luminosa que una pequeña, ya que tiene una mayor superficie de emisión de luz. Es una característica ideal si queremos usarla de día en una sala con mucha luz ambiental, pero si somos de realizar visionados en una sala con poca iluminación y/o por la tarde-noche, tener una tele enorme muy luminosa puede llegar a ser un problema.

Si vamos a ver la tele durante muchas horas, el tener una fuente de luz directa tan grande, potente y cercana, puede llegar a ocasionar molestias y fatiga visual. Y además el consumo energético de estas teles también es exagerado si lo que pretendemos es tenerla encendida muchas horas cada día. 

De hecho, si somos de los que encendemos la tele y la tenemos todo el día puesta en casa durante 8 o 10 horas, lo mejor es escoger un modelo con un tamaño moderado, ya que en dimensiones de más de 55 pulgadas el consumo eléctrico se dispara con respecto a las versiones más pequeñas. 

Pasar de una diagonal de 55 pulgadas a una de 75-77 pulgadas puede suponer cerca de un 70-80% más de consumo eléctrico. Y la cosa empeora cuanto más grande sea la tele, como vimos en este artículo, con cifras que dependiendo de la tecnología pueden superar los 500 vatios. Vamos, que es como tener un calefactor puesto todo el día en el salón.

¿Quiere decir todo esto que no merece la pena tener una de estas teles gigantes en casa? Pues no, pero en general dependerá del tipo de uso que estemos pensando en darle. Así, si lo que buscamos es un sustituto para el típico proyector que encendíamos una o dos veces por semana para ver una peli, el partido del domingo o algo similar, pueden ser una gran opción.

Si lo que queremos es una pantalla que nos acompañe encendida todo el día para ver todo tipo de programas y no contamos con una sala grande y bien iluminada donde verla a una distancia adecuada, puede que en poco tiempo nos acabemos arrepintiendo.

Imagen portada | Antonio Vallejo

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